Pintando santos

Joselin Cocom

El domingo es mi día favorito de la semana, es el día de la cena familiar y aunque hace apenas dos meses que la abuela ya no está, seguimos reuniéndonos mi mamá, papá, la tía Sara y yo. Hoy es domingo y falta poco para que llegue la tía, mientras espero puedo jugar un rato, ansío verla y escuchar alguna de sus historias, es la hermana mayor de mi mamá, es alta, fornida y siempre tiene un paliacate en la cabeza que no deja ver su cabello, nunca la he visto de manera diferente, trabaja en la ciudad y siempre regresa los fines de semana para pintar los santos de la iglesia, pareciera que esos santos nunca se van a terminar de pintar, deben de tener 100 capas de pintura, es bueno saber que difícilmente se van a despintar y todo gracias a mi tía.  

Suena la puerta de madera y en ese momento sé que ya llegó, salgo corriendo y me encuentro con mi tía, me abraza, me pregunta cómo estoy y luego se sienta en una silla, todos estamos hambrientos así que mamá acerca la comida y agarramos el perfecto arroz blanco y la carne caliente, mientras comemos noto que la plática no fluye como suele ser, están serios y me preocupa, trato de hacer que hablen preguntándole mi tía como le fue en la ciudad esta semana, ella, menos entusiasta de lo normal me responde con un simple bien, antes habría hablado de los nuevos edificios que se están levantando, las tiendas llenas de cosas que no imagino poder entrar sin perderme, pero aunque no me habló de nada de eso, el “bien” fue suficiente para mi. 

Es viernes y ya regreso para el pueblo, la ciudad es ruidosa y me gusta, pero desde que murió mi madre todo cambió, si antes me sentía presionada y fuera de lugar, ahora siento que estoy en un universo diferente y que solo buscando otros seres podré encajar dentro de mis círculos familiares, no es una familia grande, mi hermana y su esposo tienen una pequeña y curiosa niña de 10 años, llena de vida, ganas de saber y de aprender, es toda una aventurera. Cada lugar de la ciudad me recuerda a ella, cada novedad sé que le encantaría, es como si esta ciudad llevara su nombre. Todo esto lo pienso mientras veo cómo se detiene el camión en la estación, solo me queda descansar en casa, no puedo hacer mucho los viernes cuando todo está oscuro, a partir de las ocho de la noche las calles de mi lugar de nacimiento están vacías y las actividades son suspendidas por instinto, llego a la casa de mi difunta que también es mi hogar y me dispongo a dormir, mañana toca pintar en la iglesia, retocar estatuas de santos es una tarea minuciosa y que debe tenerse cuidado para no arruinarlo.  

Es sábado y me despierto temprano para ir al mercado a desayunar, llegando me encuentro a mi cuñado, quien parece más serio de la normal “Sara, la gente ha estado hablando de ti” dijo, afortunadamente lo conozco suficiente  para saber qué quiere decir sin tener que dar más información, aún así le pregunté qué es lo que dice la gente, de que hablan, él respondió “Ya sabes, la gente sabe que haces en la ciudad, que escondes, no creo que sea buena idea que sigas yendo a la casa, no quiero que mi hija te tenga como ejemplo” eso no lo veía venir, sé que este hombre es recto, serio y le importa lo que la gente diga, pero recurrir a este acto es algo que no imaginaba, sentí un nudo en la garganta, quise invitarlo a conversar, esa parte racional me decía que quizá platicando nos podríamos entender, en vez de eso solo respondí “Nos vemos mañana” y como pudieron mis pies, caminaron a mi destino, mientras desayunaba me puse a reflexionar que quizá no necesitaba esto, que quizá el pueblo no era lo mejor para mi y que pintar santos no debería ser para siempre.  

Mamá terminó de comer y muy seria invitó mi tía a la cocina y a mí a la habitación, aunque lo mío fue más una orden, obedeciendo pero también muy indignada me retiré, la casa no era muy grande entonces podía escuchar los murmullos, sonaban a que estaban enojados, no sé qué está pasando exactamente, solo puedo asegurar que no es bueno, escuchaba la voz de mi papá enojado y era la que más predominaba, mamá casi no hablaba y la tía menos, podía identificar el tono pero no las palabras, no me faltaron las ganas de acercarme y preguntar qué pasaba pero sé que mamá podría volverse loca por esa falta de respeto, me esperé, hasta que en el fondo escuché que me llamaban para despedirme. La tía se despidió y prometió que nos veríamos pronto, espero ansiosa el siguiente domingo. 

Ya no volveré a aquel lugar que me vio crecer, pero siendo sincera, creo que es la mejor decisión. La familia decidió alejarme y es respetable, tan respetable como quien soy y como soy, es lo mejor para todos, el único defecto que le encuentro a esto es que no podré ver a mi sobrina otra vez, fuera de eso ya no viviré bajo esa sombra, doy gracias a la mente cerrada de mi cuñado por liberarme y me compadezco de mi hermana por tremendo macho. 

10 años después 

Después de años luchando por salir de mi casa logré llegar a la ciudad. Una beca universitaria me hizo sentir que aún había oportunidad para mi, no conozco a nadie pero sé que quiero conocer todo, aún recuerdo cuando la tía Sara contaba sus aventuras por estos rumbos, sé que no serán la mismas que yo tendré, el mundo ha cambiado, todo cambio en casa desde que no volvió, mi mamá lloraba por las noches mientras que mi papá solo se quejaba de su llanto, decía en voz alta que era lo mejor mantenerla alejada, nunca supe de sus palabras qué es lo que había pasado, por qué mi papá decidió alejar a mi tía de nosotros, pero bien dicen que la gente sabe y la gente habla, en el pueblo se rumorea que la tía era en palabras de ajenas que era “una machorral”, decían que debajo de ese pañuelo que tenía en la cabeza, ella tenía el cabello corto, algo mal visto en las mujeres dentro de nuestro pequeño círculo, decían que en la ciudad se dedicaba a la mala vida, a los lugares donde hay más gente como ella, que vendía su cuerpo y a la perdición de la religión, a pesar de que se dedicó a arreglar los santos de la iglesia casi la mitad de su vida, nadie lo mencionaba en la parroquia y dudo mucho que rezaran por ella. Dicen también que la abuela sabía de su vida en la ciudad y que la protegía a como dé lugar, pero es solo lo que cuenta la gente. La recuerdo mientras paso por los edificios y hasta que al fin llegó al lugar en donde me quedaré, entro, dejo mis cosas y me decido a descansar después de tanto viaje físico y mental.  

Después de una jornada en el museo pude llegar a descansar a mi casa, tengo sueño y poco tiempo para hacer una cena decente, comer fuera es algo a lo que tengo acostumbrado a mi estómago, así que no vendría mal ver qué hay cerca y luego volver a casa a dormir. Este fin de semana será relajado, tan solo un evento del museo, afortunadamente todo el equipo trabaja de manera envidiable, solo quedará disfrutar. 

Es sábado y el amanecer resulta familiar, los colores y los pájaros me recuerdan al pueblo, tiene casi 10 años que no piso esas tierras, no me preocupa, tan solo les deseo bien a mi familia, aquí soy feliz, estoy contento y con ganas de continuar. 

Sara y su sobrina estaban a menos de un kilómetro y aún así ninguno tenía en mente un encuentro, ella estaba saliendo de su casa, caminando por las calles, saludando a la gente y viendo los enormes edificios en los que sueña trabajar, se sentía por fin libre al igual que su tía, su libertad le tomó 10 años más que a él, pero ambos se sentían realizados en ese momento, en cuanto ella vio un cartel con la cara de su tía supo que el destino se había manifestado, mientras tanto Sara estaba más que emocionada por su proyecto, sus sueños se cumplían y aunque estaba lleno de amigos no tenía a nadie de su familia, solo los recuerdos y la ilusión de que estarían orgullosos; su sobrina ya había entrado al museo, estaba muy nerviosa, más que nunca, pero entusiasmada. Poco a poco se acercaba y veía con admiración todo, pinturas esculturas, infinidad de muestras artísticas y de pronto lo vio, ya era mayor pero podía reconocer a su tía, Sara ya no tenía el mismo aspecto, ahora su cabello ya no tenía el pañuelo, ahora estaba en su mano como si fuese una pulsera, estaba feliz, tenía la sonrisa más grande que su sobrina había visto, la gente decía que vivía la mala vida en esa ciudad, ella en realidad era una artista aunque nunca pudo contarle a su sobrina, al fin había dejado de pintar santos, al fin cruzaron miradas, ambas se acercaron y con un abrazo volvieron a recordar quienes fueron y quienes son ahora.