Icarus

Lirio Polanco

¿Alguna vez has escuchado sobre Ícaro, aquel muchacho que después de pasar toda su vida encerrado logra escapar de la prisión en la que estuvo toda su vida gracias a un par de alas fabricadas con cera?

¿Conoces su final?, después de sentir el frío viento golpear su rostro y por fin conocer la libertad, se embriagó del éxtasis que le causaba el sentimiento nunca antes experimentado, convirtiendo los frenéticos gritos de su padre, advirtiéndole que no volara tan alto, en susurros inaudibles. Ícaro voló y voló cada vez más alto en busca de sentir más de aquel sentimiento que se le fue negado toda su vida, pero sin darse cuenta subió tanto que rozó el sol, haciendo que sus alas comenzaran a derretirse, llevándolo a caer tan rápido y tan fuerte hacia un fatídico final.

Mi persona entera es una sarcástica analogía sobre Ícaro. Mi cárcel es mi mente, solo conozco la libertad cuando logro callar mis pensamientos y me atrevo a volar tan rápido y tan alto que entro en estado maniático, buscando siempre sentir cada vez más sensaciones, hasta que pierdo el control y mis alas comienzan a desvanecerse, pero no muero, sólo regreso a mi prisión y el ciclo comienza de nuevo.

No sé si sea producto de una falla en mi cerebro o yo autosaboteandome porque en el fondo estoy tan acostumbrada a mis demonios que me da miedo vivir en libertad. Necesito respuestas que sólo yo puedo responder, pero buscar en las heridas del pasado se me hace un acto de crueldad equiparado con el de echarle sal a una babosa y quedarse observando cómo se retuerce o igual de doloroso que pasar hierro al rojo vivo por mi piel.